Diferentes solidaridades

17.03.2022

La rabia, el enfado, y la frustración me impiden (a ratos) empatizar con el pueblo ucraniano. Todos estos sentimientos encontrados me confunden aún más. Pero esta soy yo ahora mismo.

Así me siento desde que llegó a nuestros oídos el recrudecimiento de la guerra en Ucrania (sí, porque esta se ha intensificado, el conflicto empezó hace muchos años).

No es fácil decirlo, llevo luchando contra estos sentimientos varios días, pero a ratos lo siento así: ¿Somos racistas?, ¿no queremos a los que son muy diferentes a nosotros? ¿por qué esta solidaridad selectiva?

Me genera mucha rabia escuchar: "no puedo ver las noticias porque se me saltan las lágrimas ante tanta crueldad"; "después de ver las imágenes y escuchar los gritos tras el bombardeo al hospital materno infantil no he puesto más las noticias"; "tengo un nudo en el estómago desde que comenzó la guerra"; que x autobús sale a recoger a los refugiados; que no sé cuántos coches llenos de comida y mantas etc., salen hacia la frontera; que hay miles de familia acogiendo a niños (entre ellas la mía); que la UE va a aprobar una directiva de protección internacional temporal para así dar una respuesta a los refugiados ucranianos.

Cuando escucho todo esto no puedo dejar de pensar en la cantidad de personas, de niños, de mujeres embarazadas, de personas mayores, de hombres combatiendo y sufriendo una guerra que no han buscado, pero que les ha tocado luchar.

En mi mente aparece la guerra de Siria, que aunque los medios de comunicación la hayan silenciado continúa; la guerra en Yemen, que aunque también silenciada no podemos olvidar; los talibanes en Afganistán arrebatando derechos a mujeres, niños, ciudadanos, etc. ¿Hemos olvidado esas imágenes en las que las personas se agarraban a cualquier pedazo de un avión para huir como fuera ante la idea de quedarse en un país de nuevo gobernado por talibanes?, ¿hemos olvidado la imagen de Alan Kurdi en nuestras orillas? También era un niño que merecía vivir.

Hace apenas unos meses los medios se hacían eco de la llegada (enviados por Putin y ayudados por Lukashenko, no digo yo que no fuera así) de miles de iraquíes, kurdos, afganos, etc a la frontera con Polonia, cuya respuesta fue la militarización, expulsión inmediata para los que habían logrado entrar al país, así como el cierre absoluto de fronteras, a pesar del frío y la escasez de alimentos.

Hoy abren las puertas a los ucranianos.

¿Solo sentimos hermano al que más se parece a nosotros? ¿Al que más cerquita nuestra vive? ¿Es porque vemos la guerra muy cerca? ¿Por qué? Sé que mucha de la culpa la tienen los medios de comunicación que son los que nos muestran unas imágenes u otras. A lo mejor es que nos hemos hecho inmune a tanto dolor en Oriente Medio, ¿nos hemos acostumbrado a las guerras allí? Parece que es inherente a ellos, pero nunca lo habríamos imaginado tan cerca...¿Será eso? A lo mejor es que hemos olvidado también que países como EEUU, Reino Unido, Francia, España, etc han matado y matan en países de Oriente Medio, que financian guerras, que son culpables de la muerte de inocentes, muy parecidos a los que ahora huyen del horror de la guerra en Ucrania.

A unos los llamamos refugiados, víctimas, valientes; a otros los llamamos irregulares, criminales, daños colaterales.

Porque, aunque nos guste más o menos admitirlo, no estamos actuando de la misma forma. Las reglas no son las mismas.

No puedo evitar pensar en aquellos momentos en los que España ha visto la llegada de personas en busca de asilo y refugio porque huían (y huyen) del hambre, la guerra, la persecución, etc y España ha cerrado las puertas.

No recuerdo autobuses, ni camiones, ni envíos de comida, ni redes de acogida cuando los sirios, iraquíes, congoleños, malienses, kurdos, afganos, etc salieron de sus países en búsqueda de un futuro (mejor). En búsqueda de su seguridad, la misma que hoy día persiguen los ucranianos.

Recuerdo la creación de muros, y vallas. Los titulares alarmantes. El cierre de fronteras. La externalización. Las cifras de asesinatos (referidos como muertos o desaparecidos en el mar en los medios de comunicación) de aquellos que intentaban llegar a Europa.

No recuerdo semejante ola de solidaridad.

¿Pero por qué hacia ellos y no hacia los demás? ¿Por qué a algunos les cerramos las puertas, les hacemos saltar vallas, cruzar el mar, los obligamos a permanecer en campos de refugiados privados de libertad, en CIES cuales criminales, en situación de permanente irregularidad...? ¿Qué estarán pensado todas esas personas que han intentado llegar a Europa y han visto las puertas cerradas?

Claro que me enorgullece semejante ola de solidaridad hacia el pueblo ucraniano. Claro que me duele tanto dolor. Tan solo me gustaría que lo sintiéramos hacia todos.

Me asusta pensar que nuestro sentimiento de hermandad dependa del color de nuestra piel, de la religión que profesemos, del color de nuestros ojos, de la distancia a la que nos encontremos. 

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