En primera persona 

15.10.2018

Finalmente, después de diez meses de residencia en el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) de la Ciudad Autónoma de Ceuta, ahora estoy en la Península. Dios me dio la valentía para ser paciente y el coraje para seguir luchando para algún día poder hacer realidad mis proyectos y mis sueños, ahora estoy en la Península desde hace unas semanas y parece que estoy un poco más cerca de conseguirlo y eso me hace estar feliz y esperanzado.

A pesar de los momentos difíciles que me he pasado en Ceuta, mi tiempo en el CETI me ha enseñado muchas cosas, me ha dado toda una lección de vida, y tanto los momentos como las personas que conocí durante mi estancia allí serán imposibles de olvidar, he tenido la suerte de conocer a muchas personas buenas allí y ahora puedo decir que ellos se han convertido en una familia para mí.

Mi nombre es Diallo Alseny, tengo 20 años, soy guineano, y el 28/08/2018 fue un día inolvidable para mí, porque por segunda vez, vi a más de 116 personas cruzar la valla de Ceuta, que separa Marruecos de España o, si se me permite decirlo así, el límite que separa a África de Europa.

Todo comenzó por la mañana, alrededor de las 9:15 a.m., cuando me dirigía al lugar de oración, porque ese día coincidió con una festividad musulmana. El Imam comenzó a predicar, y unos minutos después, vi en la distancia a un grupo de personas corriendo, y al poco tiempo, vi salir a la policía, la Cruz Roja y a un grupo de periodistas precipitadamente detrás de ellos. Después de la que la celebración terminara, salí para enterarme de lo que sucedía, vi rastros de sangre en el camino, ropas rotas y zapatos de todo tipo tirados por la calle, entonces le pregunté a un chico joven "¿qué ha pasado aquí?" Él me dijo "hay un grupo de inmigrantes jóvenes que han cruzado la valla, son ellos los que acaban de pasar corriendo y gritando "Boza, Boza"".

Entonces, fui al centro donde estudiaba todas las mañanas en Ceuta, que estaba cerca, y allí pude ver a mis amigos españoles que compartían las mañanas con nosotros en el centro...allí ellos me preguntaron cómo había ido nuestra celebración y estuvimos hablando sobre ello un largo rato.

Mientras hablamos, alrededor de las 9:50 a.m., volví a oír gritos de "Boza Boza", todos salimos corriendo a la puerta del centro y allí ví lo que pasaba, puede ver a muchas personas que estaban gravemente heridas en sus pies, manos, barriga, que tenían las ropas rotas y otras personas que tenían dificultades hasta para caminar. No podía creer lo que veía porque justo un par de semanas antes ya había habido otro salto masivo, no se espera otro tan pronto, y entonces pregunté a uno de ellos cuántos eran, cuántos habían conseguido pasar la valla, el chico joven al que pregunté me dijo que eran un grupo bastante numerosos y me preguntó si sabía dónde estaba el CETI y si podía acompañarlos allí, aunque debía estar en el centro en el que estudiaba todas las mañanas como el resto de días, no pude dejarlos solos porque sabía lo desconcertados que estaban, yo también había pasado por esa situación unos meses atrás, así que fui al CETI con ellos.

Al llegar al CETI, tal como pasa allí siempre que hay un salto a la valla, todo el mundo estaba contento, había mucha alegría ese día allí, algunos lloraban de alegría, otros bailaban...siempre que hay BOZA el CETI parece una fiesta, los que acaban de llegar están felices porque por fin han podido dejar atrás los bosques marroquís y porque ya están pisando territorio Europeo y los residentes que ya llevan meses viviendo en el CETI están contentos porque si hay nuevas entradas significa que pronto ellos podrán cruzar el Estrecho e ir a la Península o a otros países Europeos, o también porque de entre aquellos que han logrado saltar se encuentra algún hermano, amigos o compañero de viaje. La alegría es desbordante los días de BOZA en el CETI, algo que contrasta mucho con la monotonía que se suele vivir allí día a día.

Después de unas cuantas horas de alegría y euforia, comenzaron las cosas serias, por un lado, la Cruz Roja brindó atención primaria a las personas que tenían lesiones, primero atendieron a los heridos más graves y después a los que tenían heridas más superficiales. Por otro lado, la policía y la guardia del CETI, se ocuparon de mantener el orden.

Así fueron transcurriendo las cosas hasta las 6 de la tarde, cuando tuve que prepararme para ir al puerto de Ceuta donde iba a tomar un ferry para cruzar el Estrecho, ya que coincidió que este día fue mi último día de estancia en la ciudad de Ceuta, en principio mi partida y la de otros compañeros estaba prevista para el día siguiente pero los acontecimientos de la mañana precipitaron nuestra salida. Nos dirigimos al puerto con mucha alegría, pero al mismo tiempo con mucha tristeza, me invadía un sentimiento totalmente agridulce, porque dejaba en Ceuta muchos buenos amigos, también iba a echar mucho de menos a mis profesores y profesoras y a muchos de mis compañeros del CETI que aún tenían que esperar allí un tiempo hasta poder ir a la Península..., me sentía muy triste por todo esto pero no tenía otra opción, tenía que hacerlo, seguir adelante, coger ese barco y seguir mi camino, al fin y al cabo no era un adiós, solo un "hasta pronto".

Al llegar a Jerez de la Frontera, mi primer destino en la Península, recibí un mensaje de un amigo que me decía "hay muchas policía en el CETI, y a los recién llegados los han llamado a todos y los han metido en la sala del comedor que han cerrado y donde no permiten pasar a nadie", después de leer ese mensaje comencé a preocuparme, nunca en los diez meses que estuve allí la policía había hecho eso con los recién llegados, y empecé a hacerme preguntas, ¿Por qué hacía la policía eso? ¿Qué había hecho esa gente para que les encerraran en el comedor? Estuve preocupado toda la noche, aquello no parecía que fuera a acabar bien.

Cuando me levanté a la mañana siguiente, el día 24/08/2018 sobre las 10am-11am, abrí Twitter y nada más abrirlo me encontré con la noticia, "los inmigrantes que cruzaron la valla de Ceuta el día 23/08/2018 han sido devueltos a Marruecos como resultado de una investigación y un acuerdo entre España y Marruecos del año 1992 ". No podía creerlo, el corazón se me encogía solo de pensar en todo el sufrimiento que debían de estar pasando y en lo injusto que resultaba todo aquello. Recordaba lo difícil que es conseguir saltar la valla, pensaba en que algunos de ellos seguro llevaban meses o incluso años en el bosque de Castillejos, sin buenas condiciones de vida, luchando para conseguir comida y hasta agua, y aún peor, soportando la lluvia, el calor y el frio, a la intemperie. En el bosque, sin hogar, donde todos los días la policía marroquí los persigue con sus perros, donde si son encontrados, son maltratados a veces hasta morir o deportados a las ciudades o pueblos más alejados del país, con el objetivo de hacerles perder la esperanza y desistir en su objetivo de llegar a Europa, pensaba en cuando llegaron a las proximidades de la valla y encontraron el coraje y la determinación para saltar, después de caminar durante kilómetros y kilómetros, de subir montañas de pasar días sin dormir (sin olvidar que la valla tiene sensores eléctricos de movimiento y ruido, cámaras, mallas que impiden meter los dedos para trepar y, una alambrada con cuchillas y que la longitud estimada del perímetro fronterizo es de unos 6,3 m y 7 m de altura), entran en Ceuta pensando que todo eso ya ha acabado para ellos, y en busca de nuevas oportunidades y se encuentran que de manera totalmente injusta y arbitraria y con total frialdad, a las 24 horas el gobierno Español les devuelve a todos a Marruecos por "violentos" pero, ¿Qué hay más violento que una valla con cuchillas?, ¿Qué hay más violento que considerar a alguien "ilegal"?. No hay palabras para expresar como me sentí y me siento ante tal injusticia y ante tal atrocidad, no hay palabras. Yo solo me preguntaba una y otra vez ¿Cómo podían haber antepuesto el dinero pagado por Europa al respeto de la dignidad de sus propios hermanos y hermanas? Va a resultar cierto aquello de que es más libre el dinero que la gente.

No podría terminar este texto sin rendir homenaje a todos mis hermanos y hermanas que perdieron la vida en el camino ya sea en las costas marroquíes o en las españolas o en el desierto, y a todas esas personas buenas y valientes que luchan mano a mano con nosotros frente a estas injusticias día a día.

Como inmigrantes sabemos de primera mano, porque así lo hemos vivido, que la ley nunca fue la misma para todos, porque día tras día la ley se olvida de nosotros, todo el mundo dice que todos somos iguales ante la ley pero la ley se olvida todos los días de jóvenes como Moumini Traore, que con tan sólo 16 años ha sido asesinado por la policía marroquí en las brutales redadas que se están llevando a cabo en el Marruecos estos últimos meses, se olvida de los inmigrantes encarcelados injustamente en los CIE´s, de los que son deportados de vuelta a sus países sin razón, y de los que día sí y día también mueren en el mar en la más frívola indiferencia, pero todas estas injusticias no son motivos para rendirse sino al contrario son motivaciones para seguir luchando con más fuerza y con más determinación. Porque migrar es un derecho, no un delito y nunca me cansaré de defenderlo.

Y es que, si una cosa tengo clara, es que podrán matarnos, torturarnos y despreciarnos, pero lo que no podrán hacer nunca es llevarse por la fuerza nuestra dignidad.

Boza!

Diallo Alseny,

Madrid.


Texto integro traducido del Francés. 

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