Las vidas migrantes importan, ¿y su derecho a la privacidad?

03.07.2020

Las imágenes han tenido y tienen una gran importancia para la humanidad y su desarrollo pero jamás hemos consumido tantas, a tanta velocidad y con tanta violencia. Nunca nos habíamos visto expuestos a tal bombardeo de imágenes. Es una característica que atraviesa el mundo en el vivimos actualmente y sobre la que hemos de reflexionar y tomar decisiones.

En las sociedades líquidas en las que vivimos hoy en día, donde todo va deprisa y en las que no hay demasiado tiempo para pararse y cuestionar lo que se nos presenta frente a los ojos, la imagen es la madre de todos los lenguajes, ya que nos permite contemplar la realidad de una manera meramente contemplativa, nos mantiene informados pero no nos exige ningún esfuerzo más allá de mirar y opinar rápidamente antes de que se nos presente la siguiente imagen y ya hayamos olvidado la anterior, aunque esta ya se haya colado en nuestro imaginario y haya configurado o influenciado la opinión que tenemos sobre algo o alguien.

En este contexto mundial donde las imágenes tienen un poder enorme para configuran y transformar lo que pensamos y lo que sentimos en un corto lapso de tiempo y que muchas veces muestran lo que resultaría políticamente incorrecto expresar en el lenguaje escrito u oral, preocupa cómo se representa a través de ellas a las personas que migrar o que buscan refugio y cómo desde Occidente consumimos esas imágenes donde vemos personas ahogándose, viviendo en condiciones de extrema precariedad, con brazos rotos, ensangrentados, llorando.... Esto, además de ser perverso y lejos de sensibilizar, crea el efecto contrario: insensibiliza, anestesia y, como si de una droga se tratara, cada vez se necesita un chute mayor de sufrimiento ajeno para ¿conmoverse?, para ¿empatizar?, para ¿indignarse? ¡Ay, la indignación!, qué sentimiento más vacío si no viene acompañado de un compromiso profundo para cambiar esa realidad que resulta indignante.

Consumir imágenes de personas ahogándose en el Mediterráneo es consumir el sufrimiento de esas personas. Y haciéndolo no solo estamos abandonando la ética, sino también la legalidad. ¿Dónde queda el derecho a la intimidad y a la privacidad de estas personas? Además, este tipo de imágenes deshumaniza, victimiza y cosifica a las personas migrantes. Mostrando este tipo de imágenes, no sólo se les niega su derecho a la vida y a la libertad de movimiento, sino que también se viola su derecho a la privacidad y a la intimidad. Sería impensable ver a una persona blanca ahogándose en prime time en la televisión de cualquier país del mundo. Entonces, ¿por qué normalizamos ver cada verano pateras con personas negras ahogándose? O, mucho peor, ¿por qué normalizamos las fotografías y videos de menores que migran?, ¿Acaso esto no es pura lógica racista y neocolonial?, ¿De verdad necesitamos ver ese tipo de imágenes para tomar conciencia de la violencia y las violaciones de derechos que se llevan a cabo cada día en nuestras fronteras? Preocupa especialmente que esta práctica comunicativa no sólo la utilicen determinados medios de comunicación, sino que también desde ONG's muy conocidas, como es el caso de ProActiva Open Arms, también utilicen campañas comunicativas de este estilo algo que desde la coordinación de ONG's parecían querer abandonar de unos años a esta parte.

La dictadura de la imagen ha venido para quedarse y nos ha transformado en consumidores de imágenes. Por lo tanto ahora, igual que debemos ser consumidores críticos y responsables en nuestro día a día en muchos aspectos de nuestra vida, también debemos serlo a la hora de consumir productos visuales. Es necesario que desarrollemos una conciencia crítica para mirar esas imágenes a las que estamos diariamente expuestos, cuestionarlas y si en la tarea nos damos cuenta de que estas imágenes no muestran la realidad sino que sólo presentan realidades deformadas, situaciones sin contexto, historias sin nombre ni apellido y perpetúan prejuicios y estereotipos. Quizás sea el momento de crear una narrativa visual nueva que luche con la impuesta e inflexible que nos intentan vender. 

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